Columna invitada

Las cinco piezas clave en el rompecabezas de la vida

Es importante asociarse preferentemente con personas positivas, ya que “somos el promedio de las cinco personas con quienes pasamos más tiempo”


David Moisés Terán Pérez *


El título del artículo es bastante significativo. En su origen se le debe al filósofo de los negocios más importante de los Estados Unidos de América: Emanuel James Rohn. Empero, la idea es interpretar y parafrasear sus palabras en este siglo XXI y en particular en este año 2020 de pandemia por el Covid-19. Y esas piezas clave son las siguientes:

La filosofía de vida

Esta idea se refiere a lo que conocemos y a lo que sabemos. A su vez, se divide en filosofía básica, que es la que nos permite sobrevivir; filosofía avanzada, que es la que nos permite desempeñarnos en nuestras actividades cotidianas, y filosofía refinada, que es la que nos da la oportunidad de ser creativos, propositivos, proactivos, asertivos, y nos permite obtener nuestras metas y nuestros objetivos de manera efectiva.

Ahora, lo que sabemos viene de dos fuentes: las experiencias personales (EP), que es lo que hemos aprendido a través de nuestra formación académica, por observar y por escuchar, y de esta manera aplicamos ese conocimiento en nuestra cotidianidad. La segunda fuente es el aprendizaje obtenido por las experiencias de otras personas (EOP), esto significa que aprendemos a través del auto-aprendizaje (por audiolibros, lecturas, charlas, conferencias, cursos, etcétera).

Aquí, debemos explicar que la asociación es una palabra clave, y se refiere a que una asociación con personas negativas nos desviará de nuestros objetivos y de nuestras metas en el corto y mediano plazos, por eso es importante asociarse preferentemente con personas positivas, ya que “somos el promedio de las cinco personas con quienes pasamos más tiempo”.

La actitud

Se refiere a cómo nos sentimos respecto a la vida en función de nuestra filosofía de vida. Igualmente se asocia a nuestro sentir con el pasado, con el presente y con el futuro. Respecto al pasado, debemos tener una actitud de aprendizaje; es decir, debemos asociar lo ocurrido en el pasado, con lo que en la actualidad estamos realizando, y todos aquellos fallos o “fracasos” nos deben servir como aprendizaje, no como un garrote para flagelarnos.

El pasado debe ser un maestro que nos guíe a prospectar el futuro. La actitud en el presente es cómo nos sentimos en la actualidad, de acuerdo con nuestra filosofía y los resultados que tenemos. Si no estamos satisfechos con nuestro trabajo, nuestra relación, nuestros ingresos, nuestra salud, nuestra riqueza o nuestra calidad de vida, debemos cambiar nuestra filosofía para lograr lo que deseamos a la brevedad posible. Pero debemos entender que hay una notable diferencia entre “querer” y “tener”. El querer se asocia a carencia de o falto de, mientras que tener da la idea de posesión.

Finalmente, nuestra actitud hacia el futuro debe ser de mejora continua y basarse en que, para mejorar, debemos realizar el siguiente procedimiento:

Nuestra programación → Nuestros pensamientos → Nuestras acciones → Resultados

Lo anterior significa que, si tenemos una excelente programación mental, ella nos llevará a generar pensamientos positivos, lo que desencadenará en acciones adecuadas y finalmente obtendremos los resultados esperados. Pero si se tiene una programación negativa, llena de prejuicios, los resultados serán nefastos.

La actividad

Este rubro se refiere al trabajo. Y si se tiene una excelente filosofía de vida y una magnífica actitud entonces se desarrolla una actividad que genera placer, gusto y deleite para quien la desarrolla. Empero, si la filosofía de vida y la actitud son negativas, el resultado será hartazgo, inconformidad y un vacío emocional y existencial importante que puede desencadenar en frustración, depresión, Síndrome de Burnout (el síndrome del quemado laboral) e incluso en el suicidio.

No debe confundirse la actividad (simple llenado de tiempo) con la productividad; porque puede estarse “ocupado” durante ocho horas al día sin ser realmente productivo. El trabajo convencional debe equipararse con el “trabajo de parto” del cual surge una nueva vida. Es decir, el trabajo lo debemos considerar como el desarrollo de una vida plena llena de satisfacción.

Los resultados

Es muy importante verificar los resultados obtenidos de manera continua. Esto significa en la práctica que debemos obtener avances o resultados mensurables en un espacio de tiempo razonable. Lo cuantitativo o numérico representa el grado o nivel de avance (consecución de metas) que cualquier persona va logrando o dejando de hacerlo en función de las actividades (trabajo) que realice.

¿Con qué frecuencia debe hacerse el balance? En un lapso de tiempo razonable (esto dependerá del tipo de objetivo y de meta, así como de la planeación estratégica establecida y de las actividades que se realicen). Pero por ejemplo, si alguien durante un año no ha conseguido lo que estableció como objetivo(s) a corto plazo, deberá hacer un análisis de su planeación y de lo que realiza para modificar satisfactoriamente los resultados esperados (“No se pueden obtener resultados diferentes, haciendo siempre lo mismo”).

La calidad de vida

Por último, la calidad de vida será el reflejo de nuestra filosofía de vida refinada, de nuestra(s) actitud(es) positivas, de nuestro trabajo y de los resultados obtenidos. Pero, para que esa calidad de vida refleje riqueza, salud, cultura, buenas maneras, educación, ecuanimidad, porte, gallardía, proactividad, asertividad, conocimientos, etcétera, deben cumplirse a cabalidad y en un lapso de tiempo razonable las primeras cuatro piezas del rompecabezas de la vida.

Qué importante será entonces establecer la relación precio-promesa para tener esa excelente calidad de vida. El precio se refiere a lo que debe pagarse para lograr ese refinamiento en la calidad de vida; y ese precio se traduce en actitud, aptitud, disciplina, responsabilidad, trabajo, innovación, creatividad, integridad y todos esos valores y esas virtudes que harán que, quien decida tener esa calidad de vida superior (promesa), la logre.

Vaya que es un camino largo, pero por supuesto que vale la pena recorrerlo. Al final, la recompensa lo justifica. Continuará…

* Ingeniero Mecánico Electricista por la UNAM. Maestro en Microelectrónica por la Université Pierre et Marie Curie de París. Maestro en Alta Dirección por el IPADE. Maestro en Ciencias de la Educación por la UVM. Doctor en Educación por la UPN. Académico en la UNAM por 30 años. Director de los Centros Autorizados de Servicio (CAS) en Hewlett-Packard de México. Líder de Proyecto Eléctrico en Siemens México. Autor de seis libros publicados por Alfaomega Grupo Editor. dmtp040964@gmail.com

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