Al filo de la banqueta. UN “NO” QUE NO PUEDE LEERSE SOLO EN CIFRAS

• La consulta no detuvo únicamente la instalación del Parque Ecológico y de Reciclaje de Hidalgo; dejó ver que hay otras maneras en la toma de decisiones
🖋 El Poeta del Desastre
No fue solo una boleta tachada. Fue una señal clara de cansancio y memoria. Con 7 mil 736 votos en contra y 4 mil 334 a favor, la ciudadanía paró un proyecto que consideró mal explicado, planteado para una región ya castigada por la contaminación. Atitalaquia, Tlaxcoapan, Tula, alzaron la voz en las urnas.
La consulta no detuvo únicamente la instalación del Parque Ecológico y de Reciclaje de Hidalgo; dejó ver que hay otras maneras en la toma de decisiones. Más allá de una que confió más en la difusión institucional que en la construcción de consensos y que llegó tarde a explicar implicaciones, costos y riesgos.
El resultado es políticamente significativo y deja una lección: ya no basta con etiquetar un proyecto como “ecológico” para generar confianza social. El gobierno atendió el resultado. El Parque de Economía Circular no se instalará en Tula y Semarnat buscará otro sitio; no obstante, los problemas ambientales de la región ahí seguirán.
En el análisis posterior al ejercicio de consulta, se dan otras lecturas. Hay quienes atribuyen el resultado a la intervención de intereses ajenos a la región; otros lo colocan en el terreno político, en un contexto donde ya se asoman cálculos rumbo a la sucesión de 2030. Sin embargo, más allá de estas interpretaciones, el dato central es que la decisión se expresó en las urnas y deberá ser asumida como tal.
Hidalgo vuelve a enfrentar una paradoja conocida: asumir impactos regionales sin recibir beneficios a la par. Mientras tanto, comunidades cercanas continúan con carencias en acceso al agua potable, aire limpio e infraestructura básica.
A este contexto se suma una memoria colectiva marcada por promesas incumplidas. La Planta Tratadora de Aguas Residuales de Atotonilco de Tula fue presentada como la solución definitiva al saneamiento del río, pero su operación no se tradujo en una mejora sustantiva para las comunidades aguas abajo.
A ello se añadió, en los últimos meses del gobierno federal anterior, el anuncio de una Zona de Restauración Ecológica de 36 mil 637.93 hectáreas en el área de influencia de la presa Endhó, una declaratoria que hasta ahora no ha tenido efectos visibles en la vida cotidiana de la región.
El NO, tras la consulta ciudadana, abrió la puerta para que colectivos ambientalistas de la región tolteca señalaran que el siguiente paso debe ser la construcción de propuestas serias, sustentables y viables para atender el problema de la basura.
En comunicado conjunto, organizaciones locales argumentaron que el “no” se impuso por la defensa de las familias, el territorio y la salud. Colectivos como Basta, queremos vivir; Unión Ecologista San Jerónimo Tlamaco y Movimiento No al basurero Atitalaquia describieron la zona como una región sacrificada ambientalmente, con altos niveles de contaminación.
El NO, no resuelve todo. El predio sigue ahí: más de 700 hectáreas adquiridas con deuda pública, más de mil 50 millones de pesos comprometidos y recursos que aún requieren claridad. No puede permanecer en el abandono y exige una definición colectiva sobre su futuro.
Es momento de dejar de lado los discursos genéricos sobre la “recuperación” del río Tula. La realidad cotidiana habla de olores persistentes, enfermedades respiratorias y agua contaminada. La Presa Endhó sigue siendo un problema abierto; se requiere algo más que discurso: voluntad y acciones concretas.
Así, el bajo nivel de participación no debe leerse solo como apatía, sino como desconfianza acumulada. El NO fue una forma de expresión.
La consulta fue un llamado. Corresponde ahora convertirlo en diálogo, decisiones claras y proyectos construidos con la gente. No obstante, la validez democrática del resultado es innegable.






