Columna invitada

¡Auxilio! ¡Me estoy asfixiando!

Mensaje a los bancos: “Los clientes son como los dientes. Si no los cuidas, se van uno a uno hasta que no queda ninguno”


🖋 Verónica Bracho Alburquerque *

Hola, estimados lectores. El día de hoy no escribiré del amor, como es tradicional por el mes de febrero, ni de temas agradables, como suelo hacerlo, pues no puedo dejar pasar desapercibido lo que en años he vivido con los “apreciados” bancos y que creo todos lo hemos vivido en un momento de nuestras vidas, aunque hay casos, como el mío, que parece ser una constante.

Y es que, a pesar de que cumplimos con sus normas y caprichos, este sujeto -organismo- siempre sacará ventaja a la que debiera ser una relación equitativa prestador de servicios- usuarios. Pero no sucede así, más bien es una relación clásica de amo y esclavo de la dialéctica de Hegel: el poderoso fastidiando al inferior y, sobre todo, como se trata de bancos extranjeros -con su Malinche a un lado- les dan trato de reyes, son los intocables. Recordemos el caso del Fobaproa, una deuda de los bancos que paga y seguirá pagando el pueblo.

Cuando no había banca electrónica, y no teníamos a la mano los movimientos que se realizan con una tarjeta, estuve pagando por años a un conocido banco español unas becas que ni siquiera sabía que existían.

Me cobró también tarjetas de crédito que no llegué a activar; me bloquearon el uso de la tarjeta cuando yo estaba de vacaciones -y eso que un bloqueo se hace con la autorización y/o solicitud del titular-, pero el colmo ha sido en los últimos meses, cuando me cambié de banco ante tanta ineficiencia, y al parecer les he generado tal berrinche que se han venido vengando cuando pago las mensualidades de dicha tarjeta, al grado de bloquear mis pagos en la banca móvil y hacerme cargos a su antojo por supuestamente no cumplir con los pagos mensuales.

Ante esto, he decidido cancelar la tarjeta, y ahora, hasta se comportan como sordos en el teléfono, argumentando que no escuchan para así obstaculizar la cancelación, aun cuando estaba llamando desde los teléfonos de la misma sucursal.

Ahora mi pregunta: ¿Estas increíbles majaderías, actitudes perversas y abusos los hacen en otros países o sólo es en nuestro país porque aquí no pasa nada?  

Hace años, en otro banco español me hicieron pagarles una multa, según porque “no estaba pagando la mensualidad completa”, algo que fue absolutamente un invento, por haber cambiado el seguro del auto de ellos e irme a otra aseguradora. Incluso con papel membretado y con la cantidad a pagar escrita en la hoja, alteraron el pago. Y la autoridad que supuestamente debe “cuidar” a los usuarios de los bancos, apoyó a estos rateros.  

Estas prácticas tan desgraciadas también se observan en otras empresas fuertes, como una refresquera que no es capaz ni de cambiar un envase roto para no perder el dineral de 50 pesotes.

Ahí también tenemos a una tienda departamental solicitando que se les regale los 20 centavos de cambio, como si a uno le vendieran un producto si nos faltara esa cantidad. Y no pueden faltar los negocios educativos, antes llamadas instituciones educativas, de las que tengo que omitir nombres para evitar problemas, que contratan a los docentes y ya con trabajo realizado no les pagan, o les pagan cuando quieren, no les pagan el salario que amerita y llegan a pagar hasta con vales de despensa.

Empresas que presumen de su posición económica y no cubren el salario de un artista que se presenta en sus instalaciones para sus alumnos y docentes, y eso que son lugares con mucha fama de formales.

Y si nos pasamos a los encargados de trabajos de mantenimiento, ahí están los mecánicos, carpinteros, plomeros, etcétera, que solo cobran y no arreglan los desperfectos, pero son especialistas en inflar precios e inventar compras de piezas para supuestamente corregir el problema.  ¿Y la Profeco? Solo está de imagen.

Para rematar, también contamos con médicos y hospitales, de quienes también omito nombres para cuidar mi persona, que solo se dedican a llevar al quirófano a los pacientes sin necesidad alguna; inflan medicamentos, hacen operaciones innecesarias y así viven y se mantienen.

O cuando regalamos dinero cada seis meses en la verificación vehicular, cuando los que más contaminan son los autobuses de pasajeros, los vehículos del servicio público y los camiones y tractores de empresas particulares, que circulan gratis, sin ningún problema. Las calles, con presupuestos gigantescos para pavimentación, misma que solo dura unos cuantos meses. De acuerdo a lo que cobran, esas reparaciones deberían durar años. La pregunta es: ¿Hasta cuándo tendremos servicios con amabilidad, eficiencia y honradez a cambio de lo que les pagamos?

Este es el México que presumimos.

* Socióloga y doctora en investigación educativa

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