Columna invitadaSociedad

Contemos lo guardado… cuando esto sea anécdota

Mientras, sigamos cuidándonos. Una nueva oleada de contagios está en puerta y de nosotros dependerá que nos arrase o la brinquemos sin tanto sobresalto


Francisco Acosta

La mañana amaneció soleada, es domingo y las calles, aún solitarias, esperan pronto recoger los pasos de los transeúntes. Día de reunión familiar, de compras en el mercado, de “súper”, de salida en familia al campo, a los pueblos mágicos, al balneario, a la misa, a juntarse con las amistades…

Frente a la taza de café, humeante y olorosa, los recuerdos siguen viniendo en cada sorbo. La vida tomó una pausa desde hace ya 16 meses, al menos para quienes acá vivimos, en el centro del país, en el estado que lleva el nombre de la patria.

Andamos ya en el segundo semestre del año, llegó el verano y agolpó a la par otros ayeres, anécdotas que en la sobremesa, hoy con sólo unos cuantos en la charla, los que en esta casa habitamos, vienen porque son pasado, lo que se fue, para revivirlos, recontarlos, reescribiendo la historia propia, la de muchos.

Las lluvias han sido como hace mucho no lo eran, frecuentes, fuertes por momentos, pero también persistentes, suaves; como brisa, pequeñas gotas mojan lo vivido. Y hoy es anécdota, como anécdota espero sea esta pausa a la vida cotidiana, el paso devastador de un virus que asola el mundo entero, argumento de película, acaso sentencia apocalíptica.

Anécdota será entonces que por mucho nos lavamos las manos en año y medio tantas veces como muchos juntos; que hemos estado en casa más tardes que las que en el centro comercial, el café, la comida en el restaurante. Que dejamos las visitas guardadas en el closet como las prendas de vestir con las que las engalanamos.  De contar también será.

Cuando esto pase, nos sentaremos en el filo de la banqueta como antaño, cuando después del fútbol dominical cerveza en mano volvimos a jugar el partido apenas dejado en la cancha del ya fue. La mesa del café, la silla en el patio, la hornilla en el bosque, el pasto en el balneario, en ese rincón en el que nos gusta acomodarnos, sentirnos vivos.

Cuando esto sea anécdota, contaremos también los duelos, los dolores contenidos y las lágrimas no lloradas por los que no están, por aquellos que marcharon no sólo por el Covid sino por otros males agravados por el “quédate en casa”, el cubrebocas como parte del vestuario, de la careta de vinil, los lentes de policarbonato que usamos para protegernos, la sana distancia social que hoy es nuevo paradigma.  

Cuando esto sea anécdota, seguro contarás lo difícil que fueron esos días del trabajo negado, del negocio cerrado, de la aventura emprendedora truncada. De lo que queríamos fuera y no se dio. Los abrazos no dados, los patios escolares mudos, sin la algarabía de las correteadas, la torta compartida, el abrazo fraterno, la competencia en el aula. Cuando esto haya pasado seguro que tendremos mucho de qué hablar.

Mientras, sigamos cuidándonos. Una nueva oleada de contagios está en puerta y de nosotros dependerá que nos arrase o la brinquemos sin tanto sobresalto, sin tantos nuevos infectados. Tomemos las debidas precauciones si tenemos que salir a nuestras actividades laborales; si salimos de compras que sólo sea a lo necesario, aguantemos las ganas de volver a vivir como no hace mucho; dejemos las fiestas para cuando esto sea anécdota.

Aguantemos un poco más, sigamos los protocolos sanitarios porque no podemos parar el mundo, eso ya lo vimos; sigamos escribiendo, todos los que así tengan la oportunidad, las anécdotas del trabajo en casa, el aprendizaje por las plataformas digitales, el comercio por internet, la comunicación en videollamadas. La a veces difícil convivencia entre la familia por tantos días ahí todos.

Para cuando todo esto pase y nos sentemos a la mesa, que sea anécdota todo lo que hicimos o dejamos de hacer por permanecer sanos para contarlo.

Sé que es difícil, un gran dilema entre el sustento y la permanencia en el hogar, la distracción en casa, las amistades ausentes aunque cercanas, la vida que dejamos de vivir, detener el mundo.

La vida nos puso una pausa, la misma que el virus de la espiga, el virus coronado, aprovecha para renovarse, para cambiar y tomar fuerza mientras regresamos más que pronto a la vorágine de nuestras vidas, las actividades que paramos hace ya casi año y medio.

Espero no sea tarde, para que esto sea anécdota.

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