Octubre

“Había algo triste y hermoso en octubre: el final y el principio de las cosas”: Jacqueline Widson
Verónica Bracho Alburquerque *
¡Saludos a todos(as) lectores! Feliz, pues ya estamos en uno de mis meses favoritos: octubre, el cual se llena en Pachuca, de festejos, ferias, conciertos, muestras de cine y mi cumpleaños. Se respira una atmósfera cercana a diciembre, otro mes que nos llena de paz y de felicidad.
Octubre, caracterizado por la caída de las hojas de los árboles, por la llegada del otoño. Octubre es la inspiración de los poetas, por su belleza y por su nostalgia. Y como en todo, la felicidad no es completa -así es la vida-, pues se recuerda el terrible pasaje del 2 de octubre con la “matanza de Tlaltelolco” realizada por el dictador Gustavo Díaz Ordaz.
Pero pasando a momentos positivos para no entristecernos, retomemos a estos poetas que han dado vida a la letra escrita y a las emociones.
El poeta español Pedro Guerrero Ruiz nos dice que octubre es: “La poesía de la brevedad del tiempo y de una copa de vino, mientras las hojas van cayendo en el paisaje…. tiene el sello de la humedad de la tierra, del buen vino y de la nostalgia al escuchar aquella Balada de Otoño de Serrat, mientras llueve y llueve sobre los campos deshojados y tras los cristales, mientras se quema el último leño al fuego del hogar”.
Alfonsina Storni no se queda atrás y escribe:
Quisiera esta tarde divina de octubre,
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Pero octubre no sólo es un cambio de estación del año ni de conmemoraciones; también tiene que ver con el satélite más bello de la galaxia: la luna, y de ella, también hay canciones y poemas que exaltan su belleza en este mes, existiendo una explicación científica de ello, la cual nos dice que la luna se ve hermosa en octubre porque unos meses antes están las lluvias, y la primera luna llena que se puede observar en el cielo es la de octubre.
Y en este terreno, no se puede hablar de la luna sin mencionar el poema del mejor poeta mexicano, Jaime Sabines, con el cual despido este artículo.
La luna se puede tomar a cucharadas,
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante,
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo,
es mejor amuleto que la pata de conejo:
Sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que lo sepa nadie,
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños,
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos,
ayudan a bien morir.
Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada,
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna,
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte,
y para los condenados a vida,
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.