Ricardo Garibay, un renombrado hidalguense en la literatura mexicana
• Por “falta de dinero”, el entonces Instituto Hidalguense de Cultura canceló una plática que el escritor daría junto con María Luisa “La China” Mendoza en la Biblioteca Central de Estado
🖋 Verónica Bracho Alburquerque *
Lo conocí en una cita que tuve con él en la Biblioteca Central de Estado, en Pachuca Hidalgo. En ese entonces yo era la directora de esa institución y acordamos la entrevista.
Llegó puntual con un abrigo largo, ya era un hombre mayor. El encuentro fue muy grato, muy diferente a lo que esperaba, pues su fama era de un hombre enérgico, incluso regañón, pero fue todo lo contrario, me encontré con un hombre muy amable, incluso sonriente.
Recuerdo perfectamente una de las preguntas que le hice cuando le inquirí cuál era la lectura que atraía a los jóvenes y me contestó: “El amor”. Y volví a preguntar: ¿Y la lectura preferida de las personas maduras? Y me volvió a decir: “El amor”. Y pregunté: ¿Y la lectura preferida de los viejos? Y volvió a repetirme: “El amor”.
Volvimos a vernos en un restaurante en San Javier acompañados de un amigo en común, y fue toda una delicia. Escuchar la plática de un hombre con tantas vivencias, tanta experiencia, sus viajes, personas ilustres con las que se rodeó y convivió, y sobre todo su exquisito manejo del lenguaje, fue algo verdaderamente grato; el tiempo se pasó volando mientras tomaba vino tinto y su cigarro, el cual nunca dejaba.
Posteriormente acordamos que daría una plática en la biblioteca junto con su amiga, la escritora María Luisa “La China” Mendoza. Él no cobraría nada, era un apoyo que daba, solo pidió el pago para la escritora. Esa plática hubiera sido excelente si se hubiera realizado los dos juntos, pero en ese entonces el Instituto Hidalguense de Cultura se negó a realizarlo por “falta de dinero”.
Ese fue el trato que recibió de su propio estado, pero cuando muere, están los “homenajes” y hasta nombran a la nueva biblioteca del estado “Ricardo Garibay”, lugar en el que le negaron su participación. Así las cosas…
La última vez que lo vi fue en su casa en Cuernavaca Morelos.
Bajo esa apariencia de hombre enojón y orgulloso, estaba un hombre bueno, noble y de buen corazón; incluso apoyaba el movimiento feminista, que en ese entonces no era bien visto, era una persona que respetaba a la mujer y defendía sus derechos. El mismo decía – no sé si de chascarrillo o en serio- que todo su dinero se lo daba a su esposa y que él solo se quedaba con el suficiente para comprar sus cigarros.
Hizo de su vida lo que quiso, vivió como quiso y en sus libros narra su cruda infancia a manos de un padre monstruoso, ignorante y violento, lo que creó en él cierta amargura que lo llevó a tener 35 años de psicoanálisis. Desde joven se inclinó por las letras, alcanzando el éxito con su literatura y su carácter.
Era de una honestidad y franqueza como pocas personas. Garibay no temía expresar lo que pensaba, tanto en su escritura como en su trato personal. Era un observador y crítico agudo; en sus novelas plasma las emociones humanas con gran habilidad. Defendía con gran fervor la literatura y la tomaba como el instrumento para comprender la vida.
Una de las novelas que más me impacto fue “30 mujeres” por el hecho de describir y dar vida a 30 mujeres totalmente diferentes -una de ellas es su madre-. Trasmite de tal forma los pensamientos y emociones de esas mujeres, que cualquiera pensaría que la novela fue escrita por una mujer.
También trabajó en el cine, donde fue el creador de la película “Mil usos” que fue un impacto en la cartelera cinematográfica de ese momento. Trabajó con María Félix y Emilio “El Indio” Fernández y describe que era terrible estar en esos duelos de divas y estrellas.
Garibay vivió para las palabras y dejó una marca imborrable en la literatura mexicana. El mejor tributo que podemos hacer a este escritor es leer sus ensayos, sus libros, sus escritos, para mantenerlo vivo.
Un abrazo en tu onomástico (18 de enero), querido Don Ricardo Garibay.