Una mujer fuera de serie: Consuelo Suncín
• Su historia y su influencia en “El Principito” son un recordatorio de la complejidad y la belleza de las relaciones humanas
Verónica Bracho Alburquerque *
El pasado 6 de abril se cumplieron 80 años de la aparición del libro “El Principito”, escrito por Antoine de Saint-Exupéry. Una novela que ha sido traducida a 537 idiomas y vende cinco millones de copias cada año.
Es un libro infantil dirigido a los adultos y que se hace una lectura obligada por la enseñanza de amor, de análisis y de imaginación que debe tenerse ante la vida. Es un reencuentro con nuestro niño interior. Pero surge la pregunta, ¿en qué se inspiró este francés para escribir tan bella novela? Y es que pocos saben que este libro es una carta de reconocimiento y perdón a su esposa, la salvadoreña Consuelo Suncín. Y segunda pregunta, ¿quién fue ella?
Consuelo Suncín fue una escritora, pintora, una mujer valiente que fue rechazada por la sociedad y por la familia de su esposo, el escritor Antoine de Saint-Exupery.
Nació en El Salvador, de origen aristocrático, de familia cafetalera. A los 19 años consiguió una beca para estudiar inglés en Estados Unidos y conoció a su primer esposo (mayo 1922), un muchacho de origen mexicano que trabajaba en un almacén. Este hombre de nombre Ricardo murió a los pocos meses y se convirtió en una joven viuda de 22 años, por lo que se mudó a la Ciudad de México, donde estudió derecho y periodismo.
En la capital del país conoció a José Vasconcelos, un reconocido intelectual y funcionario mexicano, quien se convirtió en su pareja y protector. En un viaje que hizo con él a Francia, Vasconcelos le presentó al embajador guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, del que se enamoró y se casó en 1926 -lo que provocó el enojo de Vasconcelos, quien se refirió a Consuelo con los peores insultos-, pero el matrimonio sólo duró 11 meses, pues falleció el embajador de un derrame cerebral.
Consuelo contaba con 25 años de edad en ese momento y era nuevamente viuda y muy rica y se fue a vivir a Argentina. En este país le presentaron al escritor francés Antoine y se enamoró al instante, por lo que se casó por tercera ocasión, y se casó vestida de negro, durando 15 años el matrimonio, el cual se caracterizó por las incontables aventuras amorosas del escritor.
Según la biógrafa de Consuelo Suncín, Marie-Helene Carbonel, en la novela la rosa que El Principito encuentra en su viaje es una representación de Consuelo. La rosa, con sus cuatro espinas y su vulnerabilidad, simboliza a Consuelo, quien padecía asma y necesitaba cuidados especiales. Además, los tres volcanes mencionados en la novela representan los volcanes de El Salvador, el país natal de Consuelo, mientras que los baobabs hacen referencia a las ceibas en el pueblo de Armenia, también en El Salvador.
La novela “El Principito” se considera un homenaje y una carta de reconocimiento y perdón de Antoine de Saint-Exupéry hacia su esposa. A través del personaje de la rosa, el autor expresa su amor y dedicación a Consuelo, afirmando que, aunque hay muchas rosas en el mundo, ninguna se compara con la suya.
Saint Exupéry desapareció en 1944 en una misión aérea en la Segunda Guerra Mundial, pues como recordarán, aparte de escritor también era piloto, como lo establece también en su libro.
A partir de su nueva soledad, Consuelo se refugió en el arte en la pintura y en la decoración de interiores. Durante ese tiempo, entabló amistad con reconocidos artistas, como Salvador Dalí y Pablo Picasso.
Transcribo las palabras de la escritora francesa para definir a Suncín: “Era una catarata: excéntrica, alegre, imprevisible, caprichosa, fuerte, indefensa, misteriosa, chispeante, excesiva, atenta, egocéntrica, generosa, seductora, inteligente, vanidosa, intuitiva, instintiva, contradictoria, volcánica… y salvadoreña. Hablaba un francés exótico, con un fuerte acento español”.
Tenía un gran don de gentes y era un imán ante la mirada de los hombres. Fue una mujer muy adelantada a su época, rompiendo con los mitos de la sumisión, el recatamiento y el sufrimiento que se le atribuyen socialmente a la mujer.
Por ello, fue una mujer rechazada por la misma sociedad europea como por la familia de su esposo, y se vio obligada a mentir en varias ocasiones para ser admitida por la madre y hermana de su esposo Antoine, pero nunca lo consiguió.
En 1979 murió en Francia y su herencia fue para su mayordomo y jardinero. Su historia y su influencia en “El Principito” son un recordatorio de la complejidad y la belleza de las relaciones humanas, así como del poder de la literatura para transmitir emociones y mensajes profundos.