Columna invitada

Conócete a ti mismo

“Un tulipán no trata de impresionar a nadie. No se esfuerza en ser diferente de una rosa. No tiene que hacerlo. Es diferente. Y hay sitio en el jardín para cada una de las flores”: Marianne Williamson


Verónica Bracho Alburquerque *

Hay una antigua fábula de Oriente, referente a un árbol que era muy desdichado porque estaba rodeado de árboles frutales y él no producía nada. Los árboles daban manzanas, peras, mandarinas, mangos, etcétera; pero él, nada. Estaba tan triste que lloró y lloró hasta que se acercó un búho y le preguntó el porqué de su tristeza. El árbol le platicó que no podía dar frutos como lo hacen sus demás amigos árboles, y el búho le preguntó: ¿Quieres saber mi opinión? ¡El problema es que no te conoces a ti mismo! Te pasas el día haciendo lo que los demás quieren que hagas, y en cambio no escuchas tu propia voz interior. El árbol se extrañó, pues no conocía su voz interior, y le preguntó al búho: ¿Qué es eso?

– ¡Sí, tu voz interior! Tú la tienes, todos la tenemos, pero debemos aprender a escucharla. Ella te dirá quién eres tú, y cuál es tu función y tu misión dentro de este planeta. Espero que medites sobre ello porque ahí está la respuesta.

El árbol decidió seguir el consejo del búho, así que aspiró varias veces para liberarse de los pensamientos negativos e intentó concentrarse en su propia voz interior. Cuando consiguió desconectar su mente de todo lo que le rodeaba, escuchó al fin una vocecilla dentro de él que le susurró: “¿Cómo pretendes dar peras si no eres un peral? Tampoco podrás nunca dar manzanas, pues no eres un manzano, ni mandarinas porque no eres un mandarino. Tú eres un roble, y como roble que eres, estás en el mundo para cumplir una misión distinta pero muy importante: acoger a las aves entre tus enormes ramas y dar sombra a los seres vivos en los días de calor. ¡Ah, y eso no es todo! Tu belleza contribuye a alegrar el paisaje y eres una de las especies más admiradas por los científicos y los botánicos ¿No crees que es suficiente?”. En ese momento, el árbol triste se alegró, porque al fin comprendió quién era y que tenía una esencial labor que cumplir dentro de la naturaleza.

¿Cuántas veces no nos dedicamos a complacer y hacer lo que los demás quieren que seamos o hagamos? Esto nos aleja de lo que nosotros somos y nos aleja de nuestra felicidad. Debemos escuchar, como dice el búho, nuestra voz interior cerrando los ojos, abriendo los oídos al corazón y acallando la mente, y así escucharemos.

Debemos querernos y darle al mundo nuestro valor siendo genuinamente nosotros, y para ello debemos preguntarnos todos los días qué es lo queremos y quiénes somos. Tener conciencia de nosotros mismos, para saber qué somos. Ahora, esta tarea no es nada sencilla, pues cargamos con los prejuicios familiares y sociales, con auto-juicios, con historias de familia que se repiten por generaciones. Y para romper con todo ello tenemos en muchas ocasiones que invertir en nosotros, y eso no nos gusta hacer y lo procrastinamos, pues nos exige disciplina y orden.

Pero podemos y debemos dar el primer paso, procurando nuestro propio auto-cultivo; esto es; aprovechar nuestras habilidades del cuerpo y del corazón, buscar una salud y una vida integral y holística; ejercitarnos, dormir bien, nutrir nuestro entorno con gente que se conecte en nuestra misma sintonía, con relaciones que nos aporten y sumen, y no que nos resten; llevar un diario de gratitud, invertir en lo que nos gusta, dedicarnos, por qué no, a unas horas de ocio al día, y sobre todo: divertirnos en el camino. La vida no es solemne ni plana; la vida es una dialéctica con subidas y bajadas, con sabores dulces y amargos, con remordimientos y bienestar, y cada momento se debe vivir.

Así que ¡a vivir sin estrés y con absoluto conocimiento de causa!

* Socióloga y M.C.E.

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