El ocio en las vacaciones y en los fines de semana

• El hecho de no contar con una actividad ocupacional llega a ser inicio de trastornos de ansiedad y depresión
Verónica Bracho Alburquerque *
¡Saludos lectores! Ante la culminación del periodo vacacional o recesión laboral (como algunos le llaman), se me viene a la cabeza el tema de la ociosidad y/o del tiempo libre, y me pregunto qué tan bueno o innecesario puede ser el tener ratos de ocio. He aquí lo que encontré:
El ocio ha sido mal visto en todas las sociedades y en todos los tiempos como una muestra de pereza y de falta de responsabilidad en todos los niveles socioeconómicos; pero este concepto es muy ambivalente, porque el ocio nos ofrece el descanso tan deseado, la diversión requerida, el incremento en la comunicación familiar e incluso se utiliza también en actividades de estudio, de salud y de preparación personal.
Es muy probable que el ocio se ha señalado de mala manera, porque puede romper el equilibrio de la productividad de una persona o puede inducir a violar los valores sociales establecidos ante la posibilidad de no tener las obligaciones diarias del trabajo y/o del estudio.
Pero yendo más a fondo, el ocio se ha asociado a la sociedad de consumo, “la cual se ha encargado de crear necesidades de un tipo de expansión y de rellenar esos ratos de ocio ante el miedo de que el hombre piense por su cuenta y dedique su tiempo a actividades no previstas dentro del sistema” (Marcuse, 2009).
En este caso, se establece un ocio fabricado para impedir que el hombre esté a solas consigo mismo, creando así una evasión de su realidad, una mitificación y diversión despersonalizada, con distracciones tanto consumistas, como del aparato político.
Aparte, el ocio se puede presentar como un arma de dos filos: uno, como esparcimiento grato para quien trabaja arduamente, y el otro, como algo contraproducente para la persona que carece de educación, de formación cultural e incluso de inestabilidad psíquica.
El hecho de no contar con una actividad ocupacional llega a ser inicio de trastornos de ansiedad y depresión; así, las personas de edad avanzada, jubilados o personas que atraviesan el síndrome del “nicho vacío” se hayan envueltas en una soledad que asusta y desconcierta sin saber a qué dedicar sus espacios libres.
El tiempo libre se puede emplear de modo muy diverso, con base a los distintos factores que influyen en cada persona (carácter, gustos, situación económica, entre otros). Un factor importante es la edad. Las estadísticas suelen mostrar cambios profundos en las actividades de ocio, de acuerdo con la edad. Entre los jóvenes y las personas de edad madura, se destaca el uso de las redes sociales en primer lugar, le siguen las reuniones familiares, los paseos y el deporte, y a partir de los sesenta años se abandona el cine, los antros, el paseo en coche, los deportes, etcétera. En general, con el avance de la edad, se disminuye la participación en las actividades al aire libre.
Joffre Dumazedier, el padre de la Sociología del Ocio, define a éste como “el conjunto de ocupaciones a las que el individuo puede abandonarse de buen grado, ya para descansar, ya para divertirse, ya para desarrollar su información o su formación desinteresada, su participación social voluntaria o su libre capacidad creadora, después de haberse liberado de sus obligaciones profesionales, familiares y sociales” (1971). Este autor se apoyó en sus tres “d” del ocio: descanso, que libera la fatiga; diversión, que libera del aburrimiento y, desarrollo, que permite al ser humano mejorar en el mundo de los valores.
¿Quién no disfruta de un buen rato de ocio, ya sea durmiendo, en una charla de café con una amistad o realizando una actividad artística o manual? En mi caso, tengo un gato que es el vivo ejemplo del ocio. Es mi gatito “Gatomic”, quien podría tener las letras d y c, pues sólo duerme y come sus sobres de Whiskas de atún; yo disfruto de su ronroneo, el cual me relaja y me divierte. Hasta pronto.

Fuente: Archivo personal de fotografías (Verónica Bracho Alburquerque, 2022)
Referencias:
Dumazedier, Joffre. (1971). “Ocio y sociedad de clases”. Editorial Fontanella.
Marcuse, Herbert. (2009). “El hombre unidimensional”. Editorial Ariel/Filosofía.