La mentalidad finita e infinita en la vida y en los negocios en el siglo XXI (parte 2)
“Stop acting rich: and start living like a real millionaire”: Ph. D. Thomas J. Stanley
David Moisés Terán Pérez *
Buenos días estimadas(os) lectoras(es) de esta columna invitada. Como siempre, deseo que tengan un extraordinario martes. Esta ocasión vamos a continuar desarrollando este interesantísimo tema de los juegos infinitos. Debemos entender que el juego de los negocios cabe literalmente en la definición y conceptualización de ser un juego total y absolutamente infinito. Porque puede darse el caso de que no conozcamos a los demás jugadores, y también pueden integrarse jugadores nuevos en cualquier momento.
Por ejemplo, para una organización “x” ser la número uno puede referirse al número de clientes a los que les ofrece su(s) servicio(s). Empero, para otra, pueden ser los ingresos que percibe por sus ventas; para otra más, el rendimiento de sus acciones en un lapso; quizá para otra sea el número de colaboradores y de oficinas que tenga alrededor del mundo. Esas mismas corporaciones que se autoproclaman ser la número uno; incluso deciden la temporalidad de su reinado y hegemonía en los que hacen sus cálculos: Puede ser un trimestre, un semestre y/o un año; incluso, más años.
Recordemos entonces, que en los juegos finitos hay un parámetro único y previamente acordado, que claramente distingue al ganador del perdedor (por ejemplo, goles anotados, velocidad alcanzada o fuerza aplicada). Mientras que en los juegos infinitos hay siempre muchos parámetros, por esa razón, nunca se puede declarar un ganador. Entonces, en un juego finito, dicho juego termina cuando se acaba el tiempo reglamentado; mientras que en un juego infinito ocurre todo lo contrario: El que sigue viviendo es el juego (y aunque el tiempo se acaba para los jugadores), lo que importa es cómo construir organizaciones fuertes y sanas para seguir jugando durante muchas generaciones; es decir, se construye un legado.
En un juego infinito, el valor verdadero de cualquier organización, no puede sólo medirse por el éxito que haya logrado en función de un conjunto o grupo de parámetros arbitrarios; igualmente establecidos en lapsos totalmente arbitrarios. El real valor de una determinada organización, se mide por el deseo que tienen sus colaboradores, de contribuir a la capacidad de esa organización de seguir siendo exitosa, no solamente durante el periodo en que están ahí prestando sus servicios, sino mucho tiempo después de dejar sus cargos.
Por otra parte, un líder con mentalidad finita trabaja con el objetivo de obtener algún beneficio de sus colaboradores, clientes, proveedores y accionistas para cumplir con los parámetros arbitrarios ya preestablecidos por la organización. En cambio, un líder con mentalidad infinita trabaja para asegurarse de que sus colaboradores, clientes, proveedores y accionistas continúen inspirados para seguir contribuyendo con su esfuerzo, sus carteras de clientes y sus inversiones (los jugadores que tienen una mentalidad infinita quieren dejar sus organizaciones, mucho mejor que como las recibieron). Es decir, en la visión infinita se juega para seguir jugando, y traducido al plano de los negocios, significa ver más allá de los resultados.
Un líder con mentalidad finita utiliza los resultados de la empresa para demostrar el valor de su propia carrera profesional, mientras que un líder con la debida mentalidad infinita utiliza su carrera para mejorar el valor a largo plazo de la organización, y lo más interesante es que solamente parte de ese valor se cuenta en dinero; lo más importante es la prevalencia de la empresa infinita.
Como conclusión a esta entrega: “Debemos aprender todas(os) a jugar con una mentalidad infinita”.
La próxima semana veremos cómo liderar con una mentalidad infinita. Espero haber despertado en ustedes mucha curiosidad y atención respecto de este tema, porque las organizaciones del siglo XXI (públicas y privadas) deben ser lideradas con una mentalidad infinita, para beneficio de la humanidad. (Continuará…)