Nuestro bello idioma español

• Utilizarlo con corrección y sentido de pertenencia es el mejor homenaje que podemos dedicar al idioma ideado para “hablar con Dios”
Verónica Bracho Alburquerque *
Se dice que en una reunión de intelectuales donde se encontraba Víctor Hugo -un importante poeta y dramaturgo francés-, le preguntaron qué pensaba de los idiomas, cuál consideraba que era el mejor, y él contestó:
“El idioma francés, es para hablar del amor. El idioma inglés, para hacer negocios. El idioma alemán, se hizo para las ciencias. Y el idioma español, para hablar con Dios”.
Otra declaración que llama mucho la atención es la del emperador políglota Carlos V, quien dijo: “Hablo español a Dios, italiano a las mujeres, francés a los hombres y alemán a mi caballo”.
Nuestro bello idioma español lo utilizamos más de 500 millones de personas en el mundo, ocupando un tercer lugar mundial sólo abajo del inglés y del chino mandarín. Y más de 344 millones de hispano-hablantes utilizamos la Internet ocupando así el tercer lugar mundial, y un segundo lugar en la plataforma Facebook, sólo abajo del idioma inglés.
Y no sólo es la cantidad de personas que hablan español, es la calidad de nuestro idioma la que debemos ponderar. El español posee 93 mil 111 entradas, es decir, palabras que ingresaron a la Real Academia Española (RAE), además de 19 mil americanismos.
Esto supone que nuestro idioma supera los 112 mil vocablos. Esta lengua es viva, es colorida, expresiva, con una infinidad de sinónimos y antónimos para resaltar las ideas; es vigorosa y muy versátil. Con una vasta conjugación de verbos que ni nosotros que hablamos el idioma sabemos conjugar en su totalidad, por lo que resulta hasta cómico cuando los extranjeros hablan nuestro idioma porque parecen “apaches” por no conjugar adecuadamente los verbos.
Es un hecho que, ante la rapidez y la prontitud que queremos para hacer las cosas, vamos modificando las palabras, usamos muchas abreviaturas, iniciales, siglas; todo ello es permitido, pero lo que no debe hacerse es deformar las palabras.
Un ejemplo de ello son los mensajes de texto en el celular, resulta vergonzoso la forma como cortan las palabras o suprimen las letras. También nos encontramos con el exceso de lenguaje grosero y soez en canciones, en las conversaciones diarias de las personas, en la TV, en el cine, en el teatro; incluso, los mismos menores de edad usan palabras nada adecuadas como resultado de lo que ven y escuchan en su entorno.
Si bien algunos sectores de la población defienden dicho vocabulario porque “da fuerza a las emociones y/o a los sentimientos”, considero más bien que refleja un vocabulario deficiente.
Una muy desagradable sorpresa nos llevamos todos a nivel nacional cuando se estrenó en México por vez primera -con todo el apoyo de Televisa- el copiado “Big Brother” en el año 2002, y digo copiado porque no fue idea original de México, en el que permanecieron 106 días encerrados vigilados por cámaras seis jóvenes. ¿Y que nos encontramos? Personas con un vocabulario tan denigrante que no eran capaces ni de usar su nombre para llamarse, y una convivencia sosa sin sentido, la cual reflejaba la realidad cultural de los jóvenes, que desafortunadamente prevalece hasta el día de hoy.
La pobreza del vocabulario es tal, que en el país sudamericano Chile basta con aprender 307 palabras para darse a entender. Los jóvenes utilizan solamente 254 palabras, lo cual es una amenaza para el idioma. A ello contribuyen los escasos niveles de lectura y la influencia de los medios de comunicación con muy baja preparación lingüística y numerosos problemas para entender un texto, aunado a la pésima sintaxis y redacción, que se presenta en todos los ámbitos laborales y escolares.
Se dice que un ciudadano promedio en México utiliza 300 palabras en una comunicación cotidiana, mientras que un joven sólo 240. Y sólo los muy cultos alcanzan los cinco mil vocablos.
Me despido con el excelente texto de René García:
“El buen decir regocija el oído del oyente. Las buenas palabras están al alcance de todos”. Más de 500 millones de personas en el mundo tenemos el privilegio de ser usuarios del español o castellano como principal herramienta de comunicación, y este privilegio debe comprometernos a hablarlo y escribirlo con corrección (uso adecuado de la prosodia) y sentido de pertenencia. Este es el mejor homenaje que podemos dedicar al idioma ideado para “hablar con Dios”.
Referencias:
García, René. (s. F.). ¿Seguirá siendo el español el idioma para hablar con Dios?
Cenzano, Arturo. (s. F.). El hablante de español utiliza cada vez menos palabras. Recuperado de: https://cincodias.elpais.com/cincodias/2005/06/06/sentidos/1118024839_850215.html (Consultado en Febrero del 2023)