Columna invitada

Las diferencias educativas entre las culturas oriental y occidental en el siglo XXI (parte 8)

“El tiempo es lento cuando esperas, rápido cuando vas tarde, mortal cuando estás triste, corto cuando eres feliz, interminable cuando estás enfermo y padeces mucho dolor, largo cuando estás aburrido, hermoso cuando estás feliz y realizado, eterno cuando estás en un lugar donde no quieres estar. Es decir, ¡el tiempo siempre está determinado por tus sentimientos!”: anónimo


David Moisés Terán Pérez *

Estimadas(os) lectoras(es) de esta columna invitada semanal. Buenos días. Le deseo a ustedes como ya es nuestra bonita costumbre semanal ¡un extraordinario, productivo, genial, excelente y muy feliz martes! Hoy continuaremos desarrollando contenido para esta muy interesante, entretenida, amena y sugerente saga.

La semana pasada nos quedamos en que Richard Florida encontró varios lugares muy prometedores en América Latina, por lo que hoy vamos a desarrollar contenido para el tema: ¿Qué pasa en Latinoamérica?

Comenzamos: Si varios países latinoamericanos ya tienen grandes reservas de mentes creativas —que son la condición esencial para las sociedades innovadoras—, su gran desafío será mejorar la calidad y la inserción en el mundo de sus sistemas educativos, y de crear sistemas legales mucho más tolerantes con el fracaso empresarial. El riesgo de no hacer nada será enorme, y condenará a la región al atraso permanente, porque en los próximos años, se producirá una extraordinaria aceleración de los avances científicos y tecnológicos que separarán aún más a los países de avanzada de los periféricos. Según coincide la mayoría de los científicos (Oppenhemimer, 2014a), en la próxima década veremos inventos tecnológicos más revolucionarios que todos los que ha producido la humanidad desde la invención de la rueda alrededor del año 3 500 a.C. El motivo, es que la Ciencia y la Tecnología están creciendo de manera exponencial: Es decir, cada vez más rápido. Hoy en día, un indígena en el sur de México o en el altiplano de Bolivia con iPhone®, tiene acceso a más conocimiento del que tenía el presidente de Estados los Unidos de América, o la NASA, hace dos décadas. Y eso es sólo un anticipo de lo que se viene. Según la así llamada “Ley de Moore” —basada en un artículo de Gordon Moore, el cofundador de Intel™, en 1965—, la capacidad de las computadoras se duplica aproximadamente cada dos años (pero en la práctica de hoy en día, este fenómeno se presenta incluso cada seis meses). Y lo mismo ocurre con casi todas las tecnologías actuales.

Miles de empresas de Silicon Valley —muchas de ellas lideradas por emprendedores veinteañeros, como Gates, Jobs y Zuckerberg en su momento—, están lanzando al mercado innovaciones asombrosas, que cambiarán nuestras vidas tanto o más que la llegada de la Internet, hace sólo algunas décadas.

Sin embargo, la evidencia más clara del rezago tecnológico latinoamericano, es el insignificante número de patentes de nuevas invenciones que registran los países de la región. En lo que hace a patentes de nuevos inventos, que es uno de los principales medidores de la innovación y el avance tecnológico, estamos en los últimos puestos del mundo. Hasta pequeños países como Corea del Sur e Israel, producen cada uno, más patentes por año, que todos los países de América Latina y el Caribe juntos, según datos de la Organización de las Naciones Unidas. Corea del Sur, un país que hace 50 años tenía un producto per cápita más bajo que el de casi todos los países latinoamericanos, registra unas 12 400 solicitudes de patentes internacionales por año, ante la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) de la Organización de las Naciones Unidas; e Israel unas 1 600. Comparativamente, todos los países de América Latina y el Caribe juntos, apenas llegan a 1 200 patentes (de las cuales: 660 son de Brasil; 230 de México; 140 de Chile; 80 de Colombia; 26 de Argentina; 18 de Panamá; 13 de Perú; nueve de Cuba, y una de Venezuela), según la OMPI (wipo.int, 2014).

Las cifras de los países latinoamericanos son aún más preocupantes si las comparamos con las solicitudes de patentes internacionales de los países más poderosos. Por ejemplo: Los Estados Unidos de América registran unas 57 000 solicitudes de patentes internacionales por año ante la OMPI; Japón 44 000; China 22 000 y Alemania 18 000. El otro gran indicador de la innovación mundial, es el registro de patentes por país de la Oficina de Patentes y de Marcas de los Estados Unidos de América, ofrece cifras semejantes. Según un reporte de año 2020 de esta oficina, en el último año se habían registrado allí unas 150 000 patentes provenientes de los Estados Unidos de América; 57 000 de Japón; 20 000 de Alemania; 18 000 de Corea del Sur; 13 500 de Taiwán; 7 000 de China; y 3 600 de Israel. Comparativamente, en el mismo año se registraron 340 patentes de Brasil; 300 de México; 100 de Argentina; 75 de Chile; 35 de Colombia; 22 de Cuba; 15 de Costa Rica; ocho de Ecuador, seis de Perú; y cuatro de Bolivia (U. S. Patent and Trademark Office, 2020).

¿Por qué los países latinoamericanos, con todo el talento humano que tenemos, no registramos más patentes de nuevas invenciones? Hay muchas razones, incluyendo el hecho de que no hay una “cultura de registrar patentes” en las universidades y en las empresas; y por la escasez de créditos e inversiones de riesgo, para la investigación y el desarrollo de nuevos productos. Otro motivo es la falta de respeto a la propiedad intelectual. “¿Para qué voy a gastar tiempo y dinero en patentar mi invención, si de todos modos me van a robar la idea?”, se preguntan muchos inventores.

Por otra parte, Carsten Fink, el jefe de economistas de la OMPI —con sede en Ginebra, Suiza—, respondió a la pregunta expresa sobre a qué se deben las pocas patentes internacionales que registra Latinoamérica, respondió que: “El desafío de los países latinoamericanos es crear un ecosistema donde pueda florecer la innovación. Eso implica tener un buen sistema educativo, incentivos fiscales para estimular la investigación y el desarrollo, mecanismos financieros para respaldar el capital de riesgo, y políticas que favorezcan la movilidad de las personas altamente calificadas, para atraer talentos de otros lugares” (Oppenheimer, 2014b). Sin embargo, la mayoría de estos problemas puede subsanarse con relativa rapidez, como lo han demostrado Corea del Sur, Singapur y otros países que hasta hace poco padecían los mismos problemas que las naciones latinoamericanas.

Gran parte del rezago tecnológico latinoamericano proviene de la escuela primaria y secundaria, donde la calidad educativa se ha quedado cada vez más atrás del resto del mundo. Según la prueba internacional PISA del año 2013, para estudiantes de 15 años —que mide los conocimientos de los jóvenes en Matemáticas, en Ciencia, y su capacidad en la Comprensión Lectora—, los estudiantes latinoamericanos están en los últimos puestos de los 65 países participantes. Y como ya lo explicamos en los primeros artículos de esta saga, los estudiantes de China y de otros países asiáticos, obtienen los mejores puntajes a nivel mundial en todas las categorías de la prueba. En Matemáticas, los jóvenes de Shanghái —en China—, obtienen el primer puesto, seguidos por los de Singapur, Hong Kong, Taipéi, Corea del Sur y Japón. Más abajo en la lista están: Suiza (9), Finlandia (12), Alemania (16), España (33), Rusia (34), los Estados Unidos de América (36), Suecia (38), Chile (51), México (53), Uruguay (55), Costa Rica (56), Brasil (58), Argentina (59), Colombia (62) y Perú (65). Los resultados en ciencias y comprensión de lectura fueron relativamente muy similares (OCDE, 2013).

La falta de una buena educación en Matemáticas, en Ciencia y en Tecnología, ha contribuido al atraso tecnológico de los países latinoamericanos, a su excesiva dependencia de las exportaciones de sus materias primas y —en la segunda década del siglo XXI, cuando dejaron de crecer los precios de estas últimas—, a su desaceleración económica. Ahora, es cuestión de crear una obsesión nacional por la educación, con especial énfasis en las Matemáticas, en la Ciencia, y en la Tecnología, para diversificar sus fuentes de ingresos; e insertarse en la nueva Economía del Conocimiento. ¿Esto significa que Argentina y Brasil deberían dejar de producir soya; o que Chile debería comenzar a olvidarse del cobre; o que México debería abandonar las manufacturas básicas para dedicarse de lleno a la alta tecnología? Por supuesto que no. Lo que deben hacer es agregar valor a sus materias primas y a sus manufacturas —para lo cual hacen falta más ingenieros, científicos y tecnólogos—, y, al mismo tiempo, desarrollar innovaciones en todas aquellas áreas en las que pueden tener ventaja competitiva, ventaja comparativa, y ventaja competitiva tecnológica.

Si el(la) amable lector(a) se hace la pregunta de cuánto han subido en la escala de PISA los países latinoamericanos a partir de los años 2013 y 2014 presentados en este texto; lamentablemente, tendremos que decir que el ascenso es prácticamente nulo en la mayoría de los casos, por lo que, sí es perentorio el cambio en los modelos educativos de nuestros países, tal y como se estableció en la saga que trató el tema de la Educación 3.0 para el siglo XXI. (Continuará…)

Referencias:

Florida, Richard. (2004). El ascenso de la clase creativa: Y cómo está transformando el trabajo, el ocio, la comunidad, y la vida cotidiana. Nueva York, EUA: Editorial Basic Book.

Tests PISA de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. (OCDE). (2013). “América Latina ocupa los últimos puestos del informe sobre educación”. España: Periódico “El País”.

Oppenheimer, Andrés. (2014a). ¡Crear o morir! La esperanza de Latinoamérica, y las cinco claves de la innovación. Nueva York, EUA: Random House LLC.

Oppenheimer, Andrés. (2014b). “Los países que van para adelante”. Miami, Florida, EUA: Periódico “El Nuevo Heraldo”.

U.S. Patent and Trademark Office. (2014). Patent counts by origin and type. Calendar year 2013. Recuperado de: www.uspto.gov (Consultado en Febrero del 2023).

Wipo.int. (2014). U.S. and China drive international patent filing in record-setting year. Recuperado de: www.wipo.int (Consultado en Febrero del 2023).

* Ingeniero Mecánico Electricista por la UNAM. Especialidad en Habilidades Docentes por la UNITEC. Maestro en Microelectrónica por la Université Pierre et Marie Curie de París. Maestro en Alta Dirección por el IPADE. Maestro en Ciencias de la Educación por la UVM. Doctor en Educación por la UPN. Académico en la UNAM por 30 años. Director de los Centros Autorizados de Servicio (CAS) en Hewlett-Packard de México. Líder de Proyecto Eléctrico en Siemens México. Autor de siete libros publicados por Alfaomega Grupo Editor. Dos títulos más en la Editorial Umbral. Además de ser conferencista nacional e internacional. Actualmente, es el CEO del Centro Evaluador en Competencias Laborales “Liderazgo en Certificación”, LICERT S.A.S. de C.V., avalado por el CONOCER y la SEP, con URL www.licert.com.mx. Correo electrónico: dmtp040964@gmail.com.

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