El mundo después de Adobe

PONGAMOS TODO EN PERSPECTIVA. Si una imagen puede ser tan verosímil como una fotografía o una escena puede existir sin haber sido capturada, “ver para creer” empieza a desdibujarse
🖋 Carlos Villalobos
La keynote de Adobe MAX 2025 definitivamente ha sido un terremoto para la industria creativa, y es que tan solo bastó con la presentación pausada de herramientas nuevas (modelos de IA personalizados, edición de video integrada, generación de imágenes desde archivos propios) para dar a entender que algo profundo se está moviendo bajo la superficie.
Y aunque la audiencia en vivo reía, aplaudía y gritaba al unísono, me es imposible no sentir un poco de pánico frente a lo que se viene, porque cuando cambian las herramientas, cambia la propia forma de ver y lo que se ve (o lo que creemos que vemos) define la realidad de una época. Adobe está construyendo un espacio creativo total en donde imagen, audio, video, estilo, colaboración, entrega, puedan convivir en un solo ecosistema.
Entonces de ahí podemos saber que la promesa de “flujos infinitos” no busca una eficiencia técnica, sino más bien centralizar todo el flujo creativo en una sola plataforma. Antes, la creatividad dependía de una cadena de decisiones, cámaras, archivos, bancos de imagen, procesos de posproducción, pero hoy esa cadena puede convertirse en una línea recta.
Podemos decir que esto simplifica, pero centraliza.
Pero también podemos decir que absorbe, ya que el valor de la especialización se vuelve más frágil. Parte de lo que sostenía el trabajo creativo era el ojo entrenado, la memoria visual, el archivo difícil de reemplazar.
Si la IA puede fabricar lo imposible en segundos y sin mucho contexto, ¿qué significa “tener técnica”?, ¿qué significa “saber hacer”? Aquí se cruza otra inquietud que estaba en silencio y ya no cabe abajo de la alfombra; hoy la raza humana está forzando la realidad.
Si una imagen puede ser tan verosímil como una fotografía o una escena puede existir sin haber sido capturada, “ver para creer” empieza a desdibujarse, como bien planteó Gerardo Herrera de Zoom F7 en su directo en Kick minutos antes de que comenzara a escribir este texto.
La confianza visual, esa certidumbre básica que nos acompañó durante siglos, se está volviendo ahora un espejismo, y lo preocupante no es solo que la imaginación pueda reemplazar al registro, sino que no siempre sabremos cuándo ocurre. Lo anterior quiero que no se lea como alarmismo o nostalgia “del proceso”.
Porque también hay algo profundamente valioso aquí, porque por ejemplo si alguien sin hardware descomunal puede crear lo que antes requería un estudio entero, estamos ante una oportunidad real. La democratización del acceso podría, en el mejor de los casos, habilitar voces que antes no tenían con qué hacerse escuchar. Eso es, sin exceso de entusiasmo, una buena noticia.
Como en muchos otros casos, el elefante en el cuarto es que la tensión es otra, porque democratizar la herramienta no significa democratizar el poder. El futuro creativo no será de quien use mejor el software, sino de quien mantenga una mirada propia mientras lo usa. La herramienta puede generar, transformar, componer, pero la intención, la perspectiva, la pregunta, eso todavía no se sintetiza. Entonces, la responsabilidad de quienes estamos dentro no es frenar el avance, más bien es promover y mantener el criterio.
La keynote de Adobe mostró hacia dónde va el flujo general. Aplaudirlo no podría retratarse como algo ingenuo, pero aplaudir sin pensar, sí lo sería. Si dejamos de cuestionar cómo y quién fabrica lo que vemos, no solo cambia la creatividad, cambia la realidad misma.
Ahí es donde conviene, todavía, defender la mirada propia o al menos cuestionar cada una de las cosas que vengan.
 
				





