Memorias de un subdesarrollado

25 años de Antología

Si hoy somos una generación profundamente tóxica, se debe a Shakira y su propuesta del “eterno retorno”


Norman Alburquerque


Era 1995. Vivía en Pachuca y estaba en la primaria. Recuerdo que ya había McDonald’s, pero no Domino’s. El Pachuca era el rey de la división de ascenso y ya jugaban en el estadio Hidalgo. En Nickelodeon pasaban Doug, Aventuras en pañales, ¿Le temes a la oscuridad?, Monstruos, Rocko y Clarissa lo explica todo; en Canal 5, en cambio, veíamos Dinosaurios, las Gárgolas, Fenomenoide, Animaniacs, Spiderman y los Power Rangers -todos queríamos ser el rojo.

En las avenidas y en las calles circulaban, además de las combis, los primeros Chevys, los alargados Neón, los incansables Tsurus, algún Mustang y muchísimos vochos. Recuerdo que ya había llorado la muerte de Mufasa y estaba emocionadísimo con los viajes en el tiempo y soñaba con mi propio DeLorean. 1995 fue el año en que Mario Molina nos alertaba sobre la descomposición de la capa de ozono y cómo se abría un enorme agujero sobre la Antártida; ahora que lo pienso, aunque no sabía dónde diablos estaba la Antártida, desde esa advertencia le tengo mucho miedo a los rayos del sol.

Estaban de moda Creep de Radiohead y Zombie de los Cranberries y Soda Stereo nos volaba la cabeza como un revólver; y mientras eso ocurría, sonaban también, en todas partes y a todas horas, Señora de las cuatro décadas y Te conozco de Ricardo Arjona; Formas de amor de Caló; Te extraño, te olvido, te amo de Ricky Martin, y una odiosa canción que jamás entendí: Ski-Ba-Bop-Ba-Dop.

En este contexto, desde Barranquilla surgió una voz muy potente, que se volvió un referente obligado para entender cosas importantes de la vida. Claro, en 1995 nadie podría pronosticar el impacto que tendría Shakira en nuestra generación.

Si hoy somos una generación sentimentalmente frágil y dependiente de la atención y cariño del otro, se debe en gran parte a Shakira. Los treintañeros, como yo, no me dejarán mentir: lo poco que entendemos de las relaciones amorosas, lo aprendimos gracias a ella. No teníamos más referentes. Octavio Paz, Jaime Sabines y Mario Benedetti no figuraban como los grandes maestros de la cursilería, a pesar del ejército amoroso que habían creado.

En ese momento, los que teníamos entre 5 o 7 años adoptamos Antología como estandarte de guerra, sin entender verdaderamente la complejidad sentimental que nos quería transmitir Shakira. Tuvieron que pasar 20 años, una Martha y bastantes lecturas para poder dimensionar el verdadero significado: la obsesión que nace del rompimiento irremediable del mito de Eva, cuando un yo no puede superar un tú pues siente que ya sació su sed de completitud, negándose la posibilidad de descubrir, una vez más, la realidad en otro nombre o en otro cuerpo.

Antología nos gusta y nos seguirá gustando porque la obsesión amorosa de Shakira por un tú, que no tiene nombre y puede ser cualquiera, nos recuerda, por más que lo neguemos, que somos seres incompletos. En poco más de cuatro minutos nuestra memoria se ve profundamente acosada por intensos dramas personales; la fantasía y el recuerdo se entrecruzan y se confunden en imágenes efímeras, pero profundamente dolorosas: del afecto de ella al más intenso deseo de él; de la pasión de un tú a la ternura de un yo; de la emoción de él al cariño de ella; del apego del yo a la dependencia de ti. Cuatro minutos para darnos cuenta de que amar es dar lo que no se tiene a quien no es, como pensaba Jacques Lacan.

A 25 años de Antología, la obsesión amorosa de Shakira no envejece. Y no lo hará porque incluso en la obsesión de un yo que no se permite superar un tú, existe un carácter subversivo y paradójico al mismo tiempo. La subversión consiste en transgredir la lógica de una de las leyes universales de la física.

Newton, en algún momento cuando explicó la ley de la gravitación universal, dijo que cuanto más separados estén dos cuerpos, menor será la fuerza que existe entre ellos. Pero en los asuntos del amor ocurre todo lo contrario: no importa la distancia espacio-temporal; la reminiscencia de lo que sobrevive siempre tendrá un peso mayor y atrayente sobre el presente, creando una curvatura sentimental que nos lleva al principio que es también el fin, volviendo paradójica la transgresión.

Si hoy somos una generación profundamente tóxica, se debe a Shakira y su propuesta del “eterno retorno”.

Back to top button
error: Content is protected !!