Memorias de un subdesarrollado

ZOMBIS-KOMPLEX DER REICHEN KLASSE

Esta clase de muertos vivientes por la pandemia de Covid-19 la conforman empresarios sicópatas, senadores oportunistas, gobernadores separatistas, comunicadores golpistas, además de terroristas del periodismo


Norman Alburquerque

Sigo sin saber de los días y las horas. Pasa el tiempo y entiendo menos a la gente. El 21 de abril y día mil de la cuarentena, Hugo López “Sonrisa-Perfecta”-Gatell declaró que entramos oficialmente a la fase 3 de la epidemia Covid-19, donde se espera un contagio acelerado y masivo, un mayor número de enfermos que requerirán de terapia intensiva, además de un montón de muertos.

Pues bien, ahora que nuestro final está al alcance de un insignificante estornudo o un delicioso beso, la gente comenzó a desacreditar, agredir, intimidar, amenazar y denigrar al personal del sector salud, especialmente a enfermeras y médicos, encargados -ni más ni menos- de salvaguardar nuestra maldita vida en las horas más obscuras. ¿A qué se debe esto? Pienso que la gente se está convirtiendo en zombis: personas muertas, pero aparentemente vivas.  

Veamos de cerca algunas características de estos seres repugnantes. Es importante aclarar lo siguiente: me referiré, únicamente, a una de las muchas especies que he podido catalogar en mi libro “Tratado sobre habitantes inmorales que creen que habitan en el ombligo de la luna”.

Dicho esto, centraré mi atención en un extracto de la población virulenta que he definido como: ZOMBIS-KOMPLEX DER REICHEN KLASSE. El término no es para nada arbitrario. Esta clase de muertos vivientes la conforman empresarios sicópatas, senadores oportunistas, gobernadores separatistas, comunicadores golpistas, además de terroristas del periodismo; organismos rarísimos que se asimilan a nuestros exes durante la pandemia: salen de la nada, se arrastran con dificultad, balbucean sabrá Dios qué tanta cosa, se incorporan torpemente. Una vez incorporados, buscan desesperadamente todos los medios posibles para volver a ocupar el lugar del que fueron desplazados.

A diferencia de los zombis, que son más numerosos y convencionales y habitan los enormes y simétricos conjuntos habitacionales de interés social, los muertos vivientes que pertenecen a la familia ZOMBIS-KOMPLEX DER REICHEN KLASSE viven en hermosas y exclusivas zonas residenciales, ubicadas generalmente en el sur de las ciudades; son dueños, accionistas o voceros de las grandes maquiladoras, de las industrias automotrices, de las empresas aeronáuticas, de las corporaciones inmobiliarias, de los laboratorios farmacéuticos, de las radiodifusoras, de los más prestigiosos despachos de abogados, de las televisoras y los bancos; por obvias razones, lo único que les interesa es la generación y acumulación de “dolarucos”, de ahí la urgente necesidad de alimentarse de sus empleados.

Sin embargo, como nunca es suficiente con hurgar en los intestinos, en la lengua y en los ojos de sus trabajadores, los zombis-dueños-del-dinero los han exhortado a romper el confinamiento y a desobedecer las medias dictadas por el subsecretario de Salud. Los he escuchado decir, con una rarísima entonación nasal: “No le hagas caso a las cifras de Gatell. El gobierno miente. El mecanismo de vigilancia del modelo Centinela no cuadra… Levántate, échale ganas. Venga papi, tú puedes…”, para concluir con aire casi ausente: “Alguien tiene que perder… y no… no seremos nosotros”.  

Aunque arrastran los pies torpemente, estos seres van siempre por la derecha y su expresión es feroz y rencorosa como de criaturas perdidas en la tierra. Cuando escribo estas líneas pienso en Gustavo de Hoyos Walther, en Joaquín López-Dóriga, en José Narro, en Samuel García, en Carlos Salazar, en Ciro Gómez Leyva, en los alumnos del ITAM, en Ricardo Salinas Pliego, en el payaso Brozo, en Javier Lozano, en el Comandante Borolas, en Javier Alatorre, en el narcogobernador Enrique Alfaro, en Carlos Loret de Mola, en los reporteros de Reforma, en Raymundo Riva Palacio o en Pedrito Ferriz de Con, personajes verdaderamente siniestros.

Si bien estos personajes son una minoría moralmente derrotada, su balbuceo amodorrado hace mucho daño: llaman a la separación de la república; se sienten los defensores de la democracia y, al mismo tiempo, les molesta la voluntad popular, las consultas ciudadanas y aplauden la suspensión de las garantías individuales; les duele el 80 por ciento de la aprobación del presidente y se les llenan los ojos de rabia cuando escuchan que las muertes provocadas por el virus chino en nuestro país no corresponden con las cifras de nuestro vecino del norte, de Brasil, Italia o España.

Sin embargo, lo más preocupante es que adoptaron un rol que no les corresponde: se asumen como los “perseguidos”, los sobrevivientes del tiránico gobierno de los pobres. Le escuché decir a Pedro Ferriz de Con, por ejemplo, que su familia ha sido históricamente perseguida; pero la única imagen que tengo de él es en los eventos del Teletón, con los ojitos llenos de agua y su trompita paradita, porque la meta a la que se tenía que llegar era todavía muy lejana.

Por cierto, otra característica de estos zombis es que no nacieron en un hospital. Son producto de la asunción de una dolorosa realidad que no quisieron ver y mantuvieron silenciada; por consiguiente, no tienen madre. En fin, comentaba al inicio que el término ZOMBIS-KOMPLEX DER REICHEN KLASSE no es para nada arbitrario: los integrantes de esta familia virulenta creen que viven en Suecia y por eso desearían estar gobernados por un príncipe alemán o por el Fondo Monetario Internacional.

Cuidado lector. El llanto angustiante de esta especie es altamente contagioso. Si usted es de los que piensa que tiene mayor valor lo económico sobre la vida del individuo, o cree que el virus no existe y es una invención del gobierno para convertirnos en Venezuela, o un invento para que los médicos del IMSS se vuelvan millonarios por la extracción del líquido de las rodillas, o está convencido de que arrojarles cloro a las enfermeras reduce el riesgo de contraer coronavirus, o supone que quemar los hospitales es la mejor manera de solucionar el problema de salud, no sólo tiene que quedarse en casa, por una cuestión cívica tiene que apagar su modem y desaparecerse un ratito de las redes sociales.

Su país, en pocas palabras, lo necesita fuera del espacio público y fuera del espacio virtual. Por favor, no propague más el virus. En un país lleno de zombis el Borolas podría convertirse en rey, y eso sí sería una verdadera tragedia nacional.

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