Memorias de un subdesarrollado

¿Alguien sabe quién es ALMO?

Mientras Santiago Nieto y Gertz Manero tratan de dar con ese tal ALMO, la oposición debería serenarse y pagarse un tratamiento para manejar la esquizofrenia…


Norman Alburquerque

“Somos poquitos, pero gritones”, dijo Adriana Garza Sada con mucho entusiasmo y una sonrisa de oreja a oreja. “Estamos aquí, con mucha valentía, porque México nos necesita. Exigimos a las autoridades que se aplique con urgencia el artículo 82 constitucional en contra de ALMO. Como ustedes saben, ALMO nació en Tabasco… O sea, otro país que no es México”.

Adrianita Garza Sada, de unos veintidiez años, se ve profundamente desconcertada; y a mí me deja intrigado porque no me dice más. Todo parece indicar que ese enigmático personaje es peor que el Chupacabras, el Pennywise, Chumel Torres, Javier Lozano, el comandante Borolas, el Covid, el 5G, o cualquier otra cosa que uno pueda considerar abominablemente espantosa.

¿Alguien sabe quién es ALMO? ¿Verdaderamente será tan malo como lo pinta Adrianita? Dicen que es venezolano porque nació en Tabasco y además come niños. Y no sólo eso: cuentan que es un violador insaciable de gente blanca como yo. Espero que ese tal ALMO no esté involucrado con Elmo y su red de trata infantil que lidera la rana René, porque ya sería el colmo de la maldad.

Mientras Santiago Nieto y Gertz Manero tratan de dar con ese tal ALMO, la oposición debería serenarse y pagarse un tratamiento para manejar la esquizofrenia, porque hasta donde tengo entendido, ese trastorno no tiene cura.

Sí, lector. Tenemos una oposición esquizofrénica que inventa enemigos y teorías conspirativas. ¿No me crees? Piensa en Enrique Alfaro, en Dante Delgado, en Héctor Aguilar Camín, en Jorge Castañeda, en Loretito, en Enrique Krauze, en los gobernadores panistas, en Francisco Martín Moreno, o en un montón de gente que apoya la represión y desprecia los derechos humanos.

¿Qué comparten todos estos personajes además del mismo escepticismo, el mismo drama y el mismo odio? Bueno, pues viven la misma fantasía. Cada uno está profundamente convencido de que los grandes males que aquejan a nuestra patria se deben en gran medida a la gente de la CdMx, que no sólo es fea, morena y apestosa, sino además es comunista, y por lo tanto su único objetivo es desestabilizar y pervertir sus pequeños feudos que tanto trabajo les ha costado construir.

Lo preocupante no es el hecho de que estén locos; yo puedo estar loco y no pasa nada. Lo que verdaderamente preocupa es que tienen los medios para materializar su desprecio.

Las personitas de la oposición son incapaces de ver más allá de sus narices. No se dan cuenta que su fantasía, alimentada por el desprecio que sienten por Andrés Manuel López Obrador, automáticamente ningunea al 80 o 95 por ciento de los mexicanos que tampoco cumplen con sus expectativas y atentan contra el orden natural de las cosas: como el presidente, la gran mayoría de la población no habla inglés, utiliza expresiones que nacen de lo popular para hacerse entender, se apellida López, González, Hernández o Gómez, y come tacos en el puesto de doña Pelos.

El discurso clasista y lleno de odio de la oposición sonrojaría a las propias juventudes hitlerianas. Y luego dicen que el de la dislexia y el del problema soy yo.

En resumen, estamos ante una reacción muy violenta, derivada de una oposición profundamente ignorante, que cierra las puertas a una inmensa mayoría que claramente no corresponde con los intereses de su México (¿Cuáles son esos intereses? Nadie los sabe más que ellos). No hay que minimizarlos. Estos “defensores de México” son un caso serio. Por el momento son poquitos, pero gritan mucho.

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